“Hola chilenos y chilenas,
nosotros somos Queens of the Stone fucking age” gritaba Josh Homme en perfecto
español. El vocalista de la banda americana arengó a la audiencia tocando los
primeros acordes de “I feel like a millionaire”.
Eran las 19:15 del sábado 6 de abril y el sol seguía calentando a un público de
todas partes de Sudamérica que se dio cita en el Lollapalooza 2013.
Desde su primera versión en
Chile, el Lollapalooza se realiza en el Parque O’Higgins situado cerca del
centro de Santiago. Durante el fin de semana pasado, las horas pico del uso del
metro colapsaron porque miles de jóvenes ocuparon este servicio de transporte
público.
En cuanto a la música, es
complicado elegir entre seis escenarios donde cinco bandas se presentan cada
dos horas simultáneamente. Por tal motivo hay dos criterios, ser fan de la banda o simplemente dar chance a nuevos
grupos para educar el oído.
El sábado pasado asistimos desde
las 14 horas, cubriendo las actuaciones de la banda inglesa Hot Chip y los
islandeses Of Monster and Men. Two Door Cinema Club abrió su show a las 16:45, haciendo bailar a los
asistentes. A las 18:00 horas The Hives hizo lo suyo con su garage rock, una
mezcla de rock n’roll clásico y punk. Supone rareza para una banda que hace
rock y procede de Suecia, un país que más bien produjo fenómenos pop en su
historia musical.
Queens Of the Stone Age dio pie a
lo que fue un show intenso. Fue oportuna la presentación del nuevo baterista,
John Theodore, quien antes fue integrante de The Mars Volta. Cerrando el primer
día, Pearl Jam irrumpió el escenario a las 20:45. Si bien
era la tercera visita a Sudamérica, repasaron todos sus éxitos como lo hicieron
el 2011, cuando la banda cumplía 20 años de carrera. “El vino chileno es más
bueno que la chucha” indicaba Eddie Vedder, líder de Pearl Jam, haciendo
referencia a uno de los símbolos del país trasandino. El cierre perfecto fue
entonar el himno que Neil Young creó llamado Rockin’ in the free world y que
Pearl Jam versiona para cerrar sus conciertos. Para la canción subieron a
escena algunos integrantes de Queens of the Stone Age y Perry Farrell, fundador
del festival, para interpretarla.
Si el
sábado fue marcado por la presencia de bandas “mainstream” o comerciales, el
domingo tuvieron lugar los grupos que merecían más atención por la propuesta
experimental de su sonido. Iniciando el recorrido se pudo apreciar a Keane a
horas 15:00. El grupo inglés se define por su música que tiene un dejo de
melancolía, similar a Coldplay. Una hora después, en otro escenario brillaba el
músico Mike Patton. El mismo creador de Faith No More, Fantomas y su proyecto
de canto lirico Mundo Cane, encabeza ahora un nuevo grupo llamado Tomahawk. El
mismo tenía sonidos guturales, susurros y cantos de Patton, quien una vez más
fue elogiado por su capacidad como vocalista.
A las 17:30, en otro escenario,
los escoceses Franz Ferdinand repasaron su carrera, retomando sus éxitos de su
primer disco homónimo y haciendo corear al público el famoso coro “take me
out”, mismo título de su mayor “hit”. Al final de la tarde fue el turno de A
Perfect Circle. Caracterizados por su bajo perfil entre sus colegas metaleros,
la banda de rock industrial cuyo vocalista Maynard James Keenan recuerda en
momentos a Patton, por su prodigiosa voz. Al ser su primera visita a Chile,
muchos esperaban escuchar canciones de su primer disco Mer de Noms, sin embargo
desistieron. Al final el guitarrista Billy Howerdel agradeció al público,
besando el piso del escenario. Sumado a este detalle, destacó la presencia del
ex guitarrista de los Smashing Pumpkins, James Iha como su nuevo integrante.
Finalmente los amantes del dubstep vieron por primera vez a Deadmou5. El
considerado DJ número 3 en el mundo, detrás de Tiesto y David Guetta, hizo
bailar a más de 40.000 personas, sumadas a otras 20.000 que esperaban en otro
escenario, para ver a The Black Keys a las 21.30.
Una lluvia de fuegos artificiales fue el manto propicio para despedir lo que fue una fiesta celebrada en un país marcado por su historia, la dictadura; pero que encuentra a las nuevas generaciones unidas a través de la cultura y el arte, una nueva forma de democracia.
Una lluvia de fuegos artificiales fue el manto propicio para despedir lo que fue una fiesta celebrada en un país marcado por su historia, la dictadura; pero que encuentra a las nuevas generaciones unidas a través de la cultura y el arte, una nueva forma de democracia.
UN FESTIVAL SOBREVALUADO
Dicen que las crisis son
oportunidades. Europa junto a Estados Unidos atraviesan momentos difíciles en
su economía, donde sus monedas, el dólar y el euro respectivamente; se devalúan
cada vez. Empero, monedas emergentes como el real o el peso chileno hacen de
Latino América un mercado atractivo para que bandas internacionales giren por
estas tierras. Quizá por eso Perry Farrell eligió como destino Brasil y Chile,
como sus nuevas plazas para extender su franquicia, el festival de música
alternativa Lollapalooza.
Fundado en 1991 en EEUU,
Lollapalooza fue en principio un motivo de gira itinerante por ciudades
norteamericanas, para despedir a la banda que Farrell lideraba en aquel
entonces, Jane’s Addiction. El festival se realizó cada año hasta 1997,
retomando su curso el 2003 al presente y recién se extendió a Chile en 2011.
Santiago funge como una nueva
capital del mundo. El estándar de vida es alto, lo que permite un cierto poder
adquisitivo para sus habitantes y la posibilidad de asistir a estos eventos.
Una muestra de que la globalización está corporativizando la mayoría de las
artes, en este caso la música, para acercarla a las masas. En ese sentido,
Lollapalooza es una elección inteligente para un público con este perfil, y por
tanto hay que seguir cerniendo bajo el concepto de “festival”. Ante una variada
grilla de géneros y sub géneros elegido por los organizadores, uno mismo se convierte
en curador del festival, eligiendo que ver o no. Esto supone una nueva forma de
educar a las masas a través del entretenimiento, siguiendo los preceptos del
capitalismo voraz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario