Las primeras memorias que tengo
de Prince es la banda sonora de Batman, la primera canción de ese disco
mientras suena de fondo la risa de Jack Nicholson interpretando al Guasón. O la
vez que vi a Julio Sabala en tv, doblando una guitarra inflable mientras hacía
el solo de “Purple rain”. Luego escucharía hits sueltos en la radio, “Kiss” y
ese riff onda disco, como “Cream”. Ví el video de Cream y me parecía tan
sexual, una orgía. En 1995 sonaba The most beautiful girl in the world en la
radio y llegué a comprarme el “Gold” y el siguiente “Chaos and disorder”. Recuerdo
que los compré en Discolandia de la calle 21 de mayo. Aunque siempre quise
comprarme el triple que tenía los hits y lados B, que también estaba en esa
tienda y hoy parece un sueño frustrado.
Diez años después, en 2005, pude ver
la película “Purple rain” (alquilada de un videoclub) y comprarme la banda
sonora en cd original que todavía conservo. Sigo pensando que “Let’s go crazy”
es la mejor canción pop que tiene Prince.
Hace unos días terminé de bajar
la discografía casi completa de Prince, y escuchar cada disco. Diría que me
falta completar los discos del 2000 en adelante. También pude postear en FB algunas, pocas performances que hay en video disponible
en Youtube. Hay una en particular, la del SuperBowl del 2007 que casualmente
comienza con Let’s go crazy y concluye con Purple rain, mientras una intensa
lluvia cae y Prince canta y toca la guitarra. El solo de guitarra de Purple
rain es una obra maestra definitivamente.
Al enterarme de la muerte de Prince
ayer, tengo la impresión de que cada vez que un músico fallece, pareciera que cerrara
un ciclo en nuestras vidas. Como la primera vez que su arte llegó, nos sentimos
lejanos y cercanos. Queda la inmortalidad de la música.
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