David Mamani Cartagena
Austin, Texas. El estado más
conservador por excelencia. Cuna del clan Bush, la Norteamérica republicana
donde Richard Linklater (director de Boyhood) pone de antagonistas a una familia de clase media,
separada por las circunstancias. Un padre liberal despreocupado, una madre
profesional que alcanza notoriedad con la docencia; y un par de hijos que
crecen en un país de profundos cambios tras la asunción de Barack Obama hace
diez años (que es el tiempo de realización que demandó la película). El guiño
de la escena del mesero inmigrante mexicano que llegar a ser accionista de un
restaurante (generación Dreamers), se convierte en un cursi estereotipo.
Boyhood cumpliría a cabalidad si
es un mensaje que solo le interesa a las nuevas generaciones de
norteamericanos, y no así al resto del mundo. Habrá que averiguar si el total
de población yanqui podría mantener la industria hollywoodense, o añadir la
plusvalía de la distribución foránea. Si el 2013 Michelle Obama leyó el nombre
de Argo como película del año, que no sorprenda otro símil este año.
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