Causó sorpresa y hasta hubo dudas para replantear lo que se concibe como literatura. Hasta ayer solo encontré este artículo, que ante todo figuraba como detractor de la elección de Bob Dylan, premio Nobel de Literatura 2016.
Según el autor, Dylan tiene una ventaja, porque "la letra cantada entra mejor". Concluye diciendo que el Nobel a Dylan es "otra batalla perdida para la poesía". Casi que reduce a Dylan a la figura de un simple juglar. Yo me pregunto ¿Qué hay del Mío Cid del medioevo, o Martín Fierro de José Hernández, que a ritmo de verso cantado se planta como gaucho poeta?
Si vamos a hablar de premios literarios o cualquier otro reconocimiento otorgado por un jurado, hay que remitirse al fallo, y estos son contundentes. Se le otorgó el premio a Dylan "por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición musical americana".
Se sabe que siempre se ha subestimado al rock y a la cultura popular por esa supuesta barrera entre lo culto y las masas. Pero entender "nuevas expresiones poéticas" asume que Dylan viene con una impronta desde los años 50 en la literatura americana. Un hito planteado con el nacimiento de la generación beat, la publicación de "Aullido" de Ginsberg en 1956, y "En el camino" de Jack Kerouac, un año después.
No hablemos de la música porque ahí solo se puede remitir a la figura de Woody Guthrie.
Si revisamos el fallo del año pasado, cuando Svetlana Alexiévich ganó el mismo premio; muchos cuestionaron su lugar como cronista y no como escritora. Un lugar merecido para el periodismo que también es alta literatura. El dictamen del jurado en aquel entonces destacó "sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo".
En ambos se consideran formas literarias que van más allá de lo estético y trascienden hacia lo universal. En el caso de Dylan, alude esas nuevas formas poéticas en un marco local como es "la gran tradición musical americana". Estamos hablando de una cultura específica, pero que alcanza notoriedad externa por el Nobel. Al margen de lo local y la renovación iniciada ya hace más de medio siglo, el Nobel invita a las nuevas generaciones a conocer la obra de un no tan vetusto autor por su intelectualidad y no su edad.
Es destacable que en tiempos de virtualidad efímera, la tradición oral sobreviva a través del canto de Dylan, y que su literatura quede inmortalizada. Un poco tarde, pero al fin un merecido reconocimiento a una renovación.
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