miércoles, 19 de septiembre de 2007

LA NARRATIVA VISUAL DE MAXIMILIANO BARRIENTOS

El acto de presentación. De izq a der. Roger Otero, Maxi Barrientos & Mauricio Mendez


El escritor local Maximiliano Barrientos Olivares presentó oficialmente al público cruceño su nueva propuesta literaria titulada Hoteles.

El evento tuvo lugar anoche, en la Biblioteca del Centro Cultural Franco Alemán. Ejecutivos de la editorial La Hoguera como el Gerente General Mauricio Méndez, el autor Roger Otero así como el reconocido actor Jorge Arturo Lora quien ofició de presentador, antecedieron en la palabra a Barrientos, quien algo tímido se dirigió al público, evitando describir en sí el libro, recordando que “el lector debe tener una relación frontal con la obra sin intermediarios”. Al final del acto, Barrientos firmó ejemplares para sus lectores.

RENOVACION DE LAS LETRAS EN BOLIVIA

“A la literatura boliviana le sobra historia y le falta intimidad. Se ha narrado mucho sobre clases y razas en pugna, y poco sobre esa lucha interna que libran todos los individuos sin sosiego. Tanta preocupación por el contexto nos ha hecho desatender esas intermitencias del corazón que son las que dan origen a los conflictos” dice Edmundo Paz Soldán sobre la escritura de Barrientos.

El joven autor confirma esa narración introspectiva en su nuevo libro titulado Hoteles. Repasando la carrera del artista, destaca su primera obra titulada Los Daños editada el año pasado. El presente año ha sido merecedor del Premio Nacional de Literatura de Santa Cruz de la Sierra con la obra “Fotos y canciones”, que posiblemente sea editada a futuro con el título “Diario”.

Horas antes del acto central, conversamos con Maximiliano quien explica en detalle la continuación de su estilo narrativo con Hoteles.

Maximiliano Barrientos

¿Cuál es la evolución que sientes como escritor desde Los Daños a Hoteles?

- Sospecho que Hoteles, a pesar de ser un libro que tiene algunos personajes del primer libro, es un texto más distante, menos auto referente. Me interesaba que sea un libro más frío. El primero fue una especie de Blood on the tracks (1), un experimento mucho más visceral. Éste, a pesar de que apunta a un universo similar, con búsquedas parecidas, mantiene ese alejamiento que considero necesario. Quizá la frialdad, en cierta forma, esté ligada a la madurez como escritor.

Hoteles está formado por dos relatos de largo aliento y una novela pequeña según tu definición. ¿Cuáles son las características de estas historias (títulos de las historias, personajes, lugares)?

- El libro fue una aproximación narrativa a ciertos fetiches visuales que me daban vuelta: estaciones de servicio, carreteras, cafés que abren toda la noche, hoteles de paso, lavanderías públicas, todos estos iconos del road movie. Sitios de tránsitos, lugares de paso. Visualmente los encuentro muy seductores y quise explorarlos narrativamente, lo que determinó que las tres historias (Primeras canciones, Turismo y Hoteles) se conviertan en una suerte de fábulas sobre el nomadismo. Gente que siempre se está yendo de alguna parte o que ya lo hizo hace tiempo o que se está preguntando por qué quiere hacerlo. Personajes que son turista en la vida de otras personas. Las historias, en un sentido general e íntimo, son crónicas de una huída, una mucha más basta que la que implica la carretera.

El autor firmando ejemplares junto a ejecutivos del sello La Hoguera


En cuanto a tu estilo ¿crees que la vida privada de las personas (supuestos) son universos paralelos a la realidad (actualidad) interpretados por tu persona (voyeur)?

- La ficción que me interesa no establece diferencias tajantes con respecto a lo que es real y a lo que es invención. La literatura que me interesa, la de Richard Ford o Raymond Carver, la de Juan Carlos Onetti y Haruki Murakami, la de Roberto Bolaño o Denis Johnson, la de Rick Moody o Graham Swift, utiliza la ficción, el terreno de la posibilidad, para aproximarse a la realidad humana. La ficción, por no estar obligada a dar un testimonio veraz, tiene una libertad incuestionable para inmiscuirse en estos terrenos, para hacer radiografías de estos quiebres o pérdidas sin ningún tipo de solemnidad. Fotografías o registros de esos infiernos tan temidos, vidas que fueron la nuestra y perdimos, vidas que debieron ser las nuestras y nunca tuvimos. La ambigüedad de la literatura es su cualidad más potente.

Para Edmundo Paz Soldán “tus personajes son jóvenes que no se niegan a crecer, el problema es que ya lo han hecho”. ¿Por qué es tan recurrente el tema del fin de la adolescencia en la literatura contemporánea?

- Porque quizás en mi generación y en la que vino detrás, la juventud es el único valor incuestionable, es la única utopía, una utopía inversa en todo caso, porque comienza como una realidad incuestionable y se va degenerando paulatinamente hasta desaparecer. La adolescencia es el territorio donde la intensidad está intacta y donde la confusión es un raro privilegio. ¿Por qué la idolatramos y tememos tanto envejecer? No estoy seguro. Quizás porque sospechamos que después de ésta todo lo que viene es desplazamiento y repeticiones, y luego muerte, pero antes las enfermedades y los divorcios, la degeneración y los hijos. Querer ser adolescentes a destiempo y por mucho más tiempo del permitido es un acto de rebeldía contra todas las degeneraciones. Es la defensa de la confusión contra la automatización, por eso a todos nos resulta tan seductor y emblemático Holden Caulfield, protagonista de El Guardián en el centeno (2). Una suerte de nuevo Mesías, uno mundano.

Con tu obra ganadora del Concurso Nacional de Literatura Santa Cruz de la Sierra, ¿cerrarías un ciclo a esta idea de trilogía que empezó con Los Daños?

- Quizás es una forma interesante de ponerlo. Lo próximo que publique será una de estas dos novelas que estoy trabajando, pero me daré un tiempo más o menos prolongado. Lo que no quiere decir que no vuelva a retomar el cuento alguna vez.

Joan Manuel Serrat decía que “tardaba más en corregir que en convencer musas”. ¿Coincide con tu método de escribir?

- Soy un convencido de que el trabajo es imprescindible a la hora de hacer una obra. Como dije en alguna entrevista, se puede hacer un gran libro de un tirón (quizás Los subterráneos de Kerouac sea el ejemplo más legendario), pero no una obra, un proyecto que requiere eso: trabajo, tiempo de fermentación.

Consideras tu forma de narrar similar a la fotografía y a la música. ¿Quiénes son tus referentes en estas artes?

- Sí, y por razones distintas. Rick Moody decía que el ritmo de su prosa lo había sacado de las canciones de The Feelies y Rodrigo Fresán, de los fraseos de Bob Dylan. Antes que ellos, el estilo de Keroauc estaba muy ligado al be bop. Es interesante la relación entre música y literatura que se ha dado en el siglo XX y que se sigue dando a principios del XXI. La música influye fuertemente en la cadencia, en la velocidad de la prosa. ¿A qué se debe esta proximidad? Sospecho que se debe a los cada vez más confusos límites entre la llamada cultura pop y cultura seria, una situación que se torna paradigmática en la posibilidad de que a Dylan le entreguen el Premio Nobel de Literatura.

En mi caso hay músicos que siento muy cerca: Lou Reed, Bruce Springsteen, Leonard Cohen, Neil Young, Bob Dylan, Elliott Smith, Ryan Adams…. Seguramente la prosa los tiene a ellos detrás.

Y con respecto a la fotografía, y también con el cine, la deuda es muy grande. Escribo partiendo de constantes visuales y en ese sentido estos dos registros influyen mucho. Estoy en deuda con fotógrafos como Robert Frank, Nan Goldin, Diane Arbus, Sally Mann o con cineastas como Jean-Luc Godard, David Lynch, Wong Kar Wai, Werner Herzog o Wes Anderson. La imagen siempre es precisa, nunca es interpretativa…. cualidades que admiro y me son imprescindibles en la literatura.


Notas:

1) Blood on the tracks (1975) Décimoquinto albúm de estudio de Bob Dylan
2) El guardian en el centeno [The Catcher in the Rye] J.D Salinger

Fotos: David Mamani Cartagena

No hay comentarios: