jueves, 15 de mayo de 2008

GONZALO GARCÉS, EL CRÍTICO

Sarah Mendieta & David Mamani


Segunda visita oficial del escritor argentino a Santa Cruz. Gonzalo Garcés llegó a nuestra ciudad para disertar hoy en el Centro Simón I. Patiño la ponencia “Excéntricos y exiliados. La literatura argentina a principios del siglo XXI”. Un día antes conversamos con el autor de “Los impacientes”, obra ganadora del premio Biblioteca Breve.

- Tom Wolfe afirmaba hace poco que “la novela seria ha muerto”. ¿Estás de acuerdo o refutas esta idea?

Creo que la novela de Tom Wolfe ha muerto (risas)…Tom Wolfe es una persona muy inteligente, no sería el primero. Desde el día que nació la novela se viene hablando de su muerte. Es absurdo, cómo puede decir que murió la novela. Yo te puedo mencionar ya mismo cuatro novelas publicadas en los últimos años que son tan buenas, empezando por las de Philip Roth, el Animal Moribundo; incluso es una novela menor de él. Pero la novela….uno de sus temas es el fin de todo y la muerte de todo, a los novelistas siempre les ha gustado jugar con eso así que es normal anunciar la muerte de la novela.

-Wolfe incluso hablaba que ahora es mejor ser "cronista", mezclar la ficción con la realidad

Sí, pero tu sabes que esa es una frase de Truman Capote, los años sesenta. Pero si hacemos de abogados del diablo y tratamos de ver qué hay de razonable en una afirmación tan tonta como esa, podemos pensar que Tom Wolfe se refiere a una cosa que hasta cierto punto comparto. Hay un tipo de novela que podés llamar seria, con ciertas pretensiones formales que se ocupa de cosas que en efecto al común de la gente no le importa nada.

Los novelistas están preocupados por problemas que al común de la gente no le importa nada. Eso lo siento yo modestamente como novelista. A mí me importa que haya un equilibro formal, un cuidado del estilo. Todos los días me encuentro con que la gente pregunta de qué va la historia. Eso está bien, es sano también. Cuando tú escribes tiendes a mirar el papel o la pantalla demasiado cerca y empiezas a convertirte en un artesano más maniático de lo que es sano a veces. Eso es cierto.

En América latina hay un fenómeno curioso. El género de novela popular casi no existe y las novelas realmente populares, las que venden una decena de miles de ejemplares casi sistemáticamente son intragables para los intelectuales, incluso para el público “educado”. En Inglaterra por ejemplo Martin Amis puede ser un autor muy vendedor pero al mismo tiempo ser considerado un gran escritor; pero Isabel Allende, Marcela Serrano o no sé, Federico Andahazi; son los best sellers de América latina, no hay un solo crítico o intelectual respetado que los ligue y que diga que les gusta, o tal vez los haya escondidos. Hay un divorcio muy grande entre lo que se llama alta y baja cultura.

-En una entrevista anterior declaraste que “en la literatura latinoamericana contemporánea los personajes casi no existen”

Yo no recuerdo haber dicho eso. Hay personajes muy buenos en la novela latinoamericana. Tal vez me llama la atención esto: en las grandes novelas; los personajes más completos, los más complejos, sobre todo los más libres (esto siempre me pareció deprimente), son los dictadores y los hombres fuertes. Si tú te fijas en las novelas norteamericanas, desde Hackle Berry Fin en adelante, el tipo de héroe es el rebelde que se marcha como río abajo, a la aventura. A veces ni siquiera es un rebelde, es un policía, puede ser un hombre muy convencional, un hombre de negocios, sea cual fuere su actitud contra la vida, es un personaje libre; y de América Latina no. De nuestros personajes, ¿quiénes se pueden decir que son libres? Aureliano Buendía de Cien años de soledad, Cayo Mierda el hombre fuerte del gobierno de Odría en Conversaciones en la Catedral (Vargas Llosa), el Dr. Francia de Yo el supremo de Augusto Roa Bastos… Es como si en América latina solamente podríamos concebir la libertad sobre la base de un montón de cabezas pisadas y un personaje puede ser libre a costa de todos los otros.



-Describe el proceso creativo de tus obras, Diciembre, Los Impacientes y El Futuro

Diciembre la escribí casi enteramente durante unas vacaciones en España cuando era adolescente; y Los Impacientes la escribí en París, cuando estudiaba en la Soborna. El proceso creativo…las ciudades no me influyeron mucho, me influyeron otros libros. En Diciembre por ejemplo es clarísima la influencia (por no decir algo peor), las novelas de Henry Miller. Los Impacientes a su vez está influida por el Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Yo vivía en Francia y la influencia que pudo haber habido es la obsesión de los franceses con las formas clásicas. Los Impacientes es una novela que tiene de clásico el hecho de estar construida sobre una simetría, una novela que arranca con el diario de un personaje, luego se convierte en dos voces que se alternan, luego hay la voz de la chica que narra y luego otra vez dos voces y finalmente un diario personal. Es un juego que a los franceses les gusta mucho.

El Futuro yo la considero mi primera novela de verdad, donde yo sabía lo que estaba haciendo, ya tenía control sobre lo que escribía. Está influida sobre todo por mi historia, mi experiencia, esa es la verdad, las cosas que ocurren en la novela son imaginarias, son fantasías mías, pero el personaje que narra, la voz de ese personaje es mi padre real.

Le arrebata la mujer al hijo creo…

Eso no es cierto, eso espero (risas) pero la forma de hablar, esa novela está narrada por una especie de adolescente eterno de cincuenta y tantos años que vive en un estado de ansiedad permanente y de impulsos alternados de generosidad y de mezquindad y en el fondo lo único que quiere de verdad en la vida es volver a ser joven, hacer fiestas y pasarla bien. Tiene una cosa que es muy de mi padre que es la capacidad de estar hablando y de repente dejarse arrastrar por las palabras y enojarse o alegrarse por la fuerza de las palabras. Como si yo te estuviera diciendo, bueno “lo más triste que hay en la realidad latinoamericana es tal cosa” la palabra triste y de repente empezar a lagrimear…eso siempre me ha llamado la atención en algunas personas, se enojan o se entristecen, se pasan a los extremos emotivos más locos por el mismo impulso de lo que están diciendo.

¿Cuál es tu posición con respecto a los soportes actuales de escritura y lectura como el blog?

El blog es una herramienta sensacional para el debate. Cuando empezó hace un par de años la moda de los blogs, yo tuve la reacción de hostilidad, cada dos por tres hay una moda nueva. Está bien no ser demasiado permeable y cuando alguien dice salten, no saltar. Dicho esto, después me ha ocurrido muchas veces debatir en blogs…la experiencia fue muy buena, el hecho de escribir en lugar de hablar. Ese solo hecho hizo que el debate tuviera mucha más altura, reflexión. Al mismo tiempo era muy rápido, uno podía escribir varias respuestas y contestaciones en una misma tarde. De todos modos hay un par de blogs que leo todos los días, son blogs de actualidad política. Un blog que me divierte mucho es Wimbledon de Guillermo Piro, un periodista argentino que no hace más que linkear noticias divertidas o absurdas, simplemente interesantes. Tiene un talento increíble para encontrar las noticias más raras, desde un restaurante en Shangai donde la especialidad es pene de burro hasta reveladoras políticas de la campaña actual en EEUU. Pero quién sabe, ahora mismo mientras hablamos se está escribiendo una novela en forma de blog y mañana se publica.


Me corriges, pero alguna vez dijiste la frase “la suma de tus defectos es tu estilo”

Pero no es mía. La frase es de Abelardo Castillo (escritor argentino), levemente distorsionada por mí. Se refiere a una cosa muy simple, cuando uno empieza a escribir toma la idea de lo que es un buen estilo, en realidad tomada de sus maestros, ídolos literarios y de a poco se va dando cuenta que no puede hacerlo. Yo me doy cuenta que no puedo escribir igual que Joseph Conrad, Mario Vargas Llosa o Philip Roth, entonces cada frase que no me sale, cada frase que es un defecto en la imitación de mis modelos es mi estilo. Entonces el estilo de lo que va quedando es un efecto residual.

Como un filtro, ¿agarras lo mejor?

Insisto, si yo ahora mismo trato de improvisarte una frase imitada de Lawrence Durrell que era un gran escritor lírico y te digo por ejemplo (recita): “aquella noche en el paseo costero nos abrazamos como estatuas como el bajo relieve de una tumba clásica”, bueno es un pobre intento de imitar el estilo lírico de Durrell y si yo analizo esa frase y veo qué cosas Durrell nunca habría escrito, bueno ese es mi estilo.

¿Cómo te llevas con la crítica?

He tenido críticas negativas muy justas y críticas positivas muy justas. La crítica en general es menos útil para el autor. La crítica no está escrita para el autor. El crítico es un showman y no lo digo negativamente. Yo cuando escribo el comentario de un libro soy un showman en el sentido de que tengo que escribir algo que sea bastante entretenido para que el público del diario lo lea. Tengo que escribir una perspectiva de la novela, que sea convincente y hacer posible que tenga una marca personal mía de crítico. Una crítica de fulano de tal porque sin eso voy a perder terreno frente a los otros críticos. Lo que te quiero decir es: un crítico está en la obligación de seducir a un público y seducir a sus editores, de modo similar a un escritor. A veces por ejemplo, una crítica negativa puede ser muy matizada y no lo es, es mucho más dura y así es más espectacular. Lo mismo pasa con las críticas buenas. Si tu te fijas hay muy pocas críticas medianas, hay otras que no dicen nada. Pero hay muy pocas críticas donde la conclusión sea casi como “este libro me deja con la duda” (risas). Que es muy tonto eh, pero estoy seguro que a mucha gente le gustaría leer eso, a mí me gustaría. El hecho es que no se hace. Y bueno, como decía Kurt Vonnegut “así va el mundo” (risas). Para bien y para mal, la crítica solo toca tangencialmente su objeto, porque su meta principal es llegar a un público.

¿Cuál es tu percepción sobre los suplementos culturales?

Los suplementos culturales si los limitamos a los de habla española, Babelia (El País) de España, la Ñ (Clarín, Argentina) donde también escribo, valen lo mismo que la crítica, piensan en las necesidades del editor del suplemento. Lo que sucede en América Latina es que lo hacemos mal, tratamos de ser entretenidos. Los suplementos literarios tienden como una ley de gravedad a derivar hacia el cuaderno de homenajes. Por ejemplo el suplemento del diario argentino La Nación, solía ser una colección de homenajes, cada semana vos tenías los cincos años de tal novela, el aniversario de la muerte de fulano de tal, era un suplemento onomástico celebratorio. Para paliar esto que era muy aburrido, cerraron el suplemento y lo sustituyeron por la revista ADN que empezó con mucha fuerza con columnistas inesperados como Fito Páez, cantantes o Stephen King, novelista de terror, una propuesta brillante y moderna. Ahora me temo que está derivando otra vez a la onda de los homenajes.

¿Sabes que es lo difícil para un suplemento? Es tener un staff de gente, colaboradores que tengan un buen radar para saber hacia dónde está yendo la cultura, la literatura en este caso y que puedan escribir sobre debates digamos vigentes y eso no es fácil. Mucho más fácil es mirar el calendario y ver quién va a cumplir años.

Comenta un poco sobre tu nueva novela, hace años que la escribes

Una novela que me está volviendo loco porque la empecé a escribir y entretanto tuve dos hijos, me mudé dos veces de país, tuve que interrumpirla varias veces, espero estar en la recta final. El título provisorio, no creo que le deje este título es “El Plan”, la historia de una chica de una barriada pobre de Buenos Aires, de la que se sospecha que ha asesinado a su marido el rico, culto y amado campeón de rugby y hay un prejuicio clasista y hasta racista en contra de ella. Cuando este hombre muere, todos suponen que ella lo ha matado pero no lo ha matado. La investigación que se hace sobre ella hace que salgan a la luz cada vez más cosas, un caso de corrupción, mafia policial, un caso de un grupo mesiánico y golpista dentro del ejército, un caso que involucra la industria cinematográfica y una historia personal que sucede en el futuro. Es decir, una novela un poco delirante porque parte de un hecho concreto y luego de alguna manera retrata a todo un país, muchos personajes a lo largo de muchos años. Una novela paranoica, la idea de que si tu empiezas tirar del hilo de una investigación puedes llegar a desenterrar los esqueletos podridos de toda una sociedad e involucrar literalmente a miles de personas.

¿Conoces algo de literatura boliviana?

La triste realidad es que el único novelista conocido fuera de Bolivia en este momento es Edmundo Paz Soldán, pero la anterior vez que vine conocí a muy buenos escritores actuales como Gary Daher, Claudia Peña, estuve por Santa Cruz, Cochabamba y La Paz. Hay nombres que se me escapan. Tengo el libro “No llores prenda que pronto volveré” (Leonardo de la Torre) que habla de la inmigración boliviana, es un libro excelente.



Gonzalo Garcés nació en Buenos Aires en 1974 y pronto se convirtió en el crítico más joven del diario La Nación. Su primera novela: “Diciembre”, la publicó a los 20 años y tras abandonar la carrera de Filosofía se trasladó su residencia a París. Poco después, en abril del año 2000, se transformó una figura destacada de la narrativa joven en lengua castellana, al ganar el premio español Biblioteca Breve de Seix Barral, con su segunda novela; “Los impacientes”, que fue elogiada por figuras como: Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante, J.A. Masolivier Ródenas, J. Edwards Renard y Gudiño Kieffer. Su exitosa carrera continuó y en el año 2003 publicó “El futuro”.

Actualmente reside en Santiago de Chile y, además de escribir lo que él considera la novela más ambiciosa de su vida, se desempeña como escritor residente invitado por la Universidad Católica.


Fuente Biografía: Centro Simón I. Patiño
Fotos: David Mamani Cartagena

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