sábado, 16 de mayo de 2009

A LA SOMBRA DEL RITMO

David Mamani Cartagena



A un día para cumplir una semana del concierto y todavía sigo aturdido. Apenas puedo recordar aquel 30 de abril. Ni siquiera pude terminar la nota y me llaman de redacción central en Cochabamba hace una hora, solicitándola al momento.

Hoy miércoles 6 de mayo pude sentarme a escribir lo que fue la tercera visita de la banda de rock argentina ecléctica en cuanto a los géneros que interpreta, diría por antonomasia. Recuerdo que tocaron en 1994, una noche de San Juan en mi ciudad, Santa Cruz. Nadie conocía sus canciones. “Matador” era el hit del momento y todos los que asistieron aquella noche corearon una y otra vez la mentada canción. El ’95 pude ver la presentación del disco “Rey Azucar”. Distanciados desde 2002, sin discos ni giras, cuentan siete años de espera para apreciar el retorno de la luz del ritmo, Los Fabulosos Cadillacs.


29 DE ABRIL. YO TE AVISÉ




18:30. Hora indicada por la organización para atender a la prensa. Los Fabulosos Cadillacs arriban en cualquier momento. Nos adelantamos. Esperamos sentados en el vestíbulo del hotel Yotaú de Santa Cruz. Pocos periodistas. En un parpadeo pasan volando Sergio Rotman (saxofón) y Flavio Cianciarulo (bajo), acompañados de sus hijos y esposas. Nosotros pasmados. Toman el ascensor al toque, sin ser reconocidos. Me cago, perdí firma y foto. Otro parpadeo, aparecen Mario Siperman, Danny Lozano y Fernando Ricciardi. Boludean por la recepción y nadie se percata. Aparece Gabriel Feldman, promotor del concierto en Bolivia y el resto de la comitiva: sonidistas, asistentes, logística en general. Y Vicentico preguntamos?

Se instala un salón, mesa, agua fría y la bebida sponsor del show. Feldman invita a la prensa oficialmente acreditada a pasar. Los informales luego (colados, curiosos, fans, etc). Antes de iniciar la conferencia, Feldman ruega evitar “los saluditos” a las radios, preguntas concisas con respecto a su carrera. En plan didáctico reparte un cuestionario sugerido y junto a éste la biopic del grupo. Fin de la puteada. Llegan dos de los Cadillacs, Rotman y el señor Flavio. El primero con los mismos rizos desde la fundación del grupo, canoso; el señor Flavio, pelado como siempre y más delgado. “Bienvenidos a Bolivia” en coro general dice la audiencia. Las cuatro primeras preguntas comienzan con el saludo para pasar al motivo del retorno, retrospectiva de discos, etc. Una opositora desubicada pregunta sobre la situación política, otra desaforada más obvia sale con ¿Qué conocían de Bolivia? “Estamos al lado” contesta el señor Flavio. Al final Rotman salva con “nunca preguntan lo que quisieramos responder”. En conclusión, el disco es un sentido homenaje al fallecido Toto Roblat, percusionista que acompañó a la banda y alude al título post mortem “La luz del ritmo”. Ánimos serios pero fingidos. 20 minutos transcurridos. Fin de entrevista. Aparecen los gorilas de seguridad y los Cadillacs salen volando mientras una farandulera de TV logra el ansiado saludo.

30 DE ABRIL. VOS SABÉS





20: 30. Arribamos al Estadio Ramón Aguilera Costas, conocido como “Tahuichi”. Largas colas, desmanes para entrar. Me comentan que tumbaron las puertas de General. Nosotros por el sector de preferencia, por la VIP. Día antes habíamos hecho amistad con una mina de Sucre. Diosa. Periodista de una radio conocida de la capital blanca. Fallamos en el intento de encontrarla. Resignación pienso mientras unos perdidos policías me hacen el favor, casi de mala gana de cederme el paso por una entrada. Zafamos. Directo a cancha, ahí donde todos quisieran estar. Pasamos todas las barreras de seguridad, estamos apoyados en la valla, a un metro del escenario que está ubicado en la recta de la preferencia, zona de butacas, techada. Privilegio nuestro, ubicados en una franja para fotógrafos. Queda comprar cerveza y todo tipo de comida gentileza de otro sponsor del show.

22:30 Silbatina en coro. Se apagan las luces. Suena la intro, la banda sonora de James Bond compuesta por Henry Mancini, versión lounge, casi ska. Los cadillacs entran de a uno. Por fin Vicentico !! Ataviado con traje Armani y un bastón, parece un crooner. Se apaga la musiquita y arrancan con el “Léon Santillán”. Llanto, dolor y sufrimiento para este pueblo que supo esperar, algunos pagar los Bs. 300 que valían el espectáculo: el Satanico Pop Tour. Que siga la fiesta. “Mi novia se cayó a un pozo ciego”, vaya título. Estos cadillacs no son los mismos del álbum “Vasos vacíos” cuando escuché por primera vez la canción. Quedaron: Vicentico (voz), Sergio Rotman (Saxofón), Flavio Cianciarulo (bajo), Mario Siperman (teclados), Fernando Ricciardi (batería) y Daniel Lozano (trompeta). Ausencias sentidas, el Toto Roblat (fallecido, ex percusión); ausencias pasajeras: Ariel Minimal (ex guitarra, ahora en Pez) y el Vaino Rigozzi (ex guitarra, hoy manager del grupo). Las vacancias las ocupan Gustavo “Tano” Martelli (percusión), Matías Brunel (guitarra) y el conocido Hugo Lobo (trompeta). Todos ellos invitados, no cuentan como oficiales.

Comienza “Carmela” y después del tema recién hablan. Los Cadillacs parcos, miran a lo lejos, como contando cuánta gente vino. Al principio creí ver 2000 personas, al mirar atrás habría unas 10.000, quizás más. Se viene una seguidilla de conocidas y no conocidas, como en karaoke, si sabes cantas. “Estoy harto de verte con otros”, “El Genio del Dub” [Anoche no pude dormir pensando en vos, mujer, pregunto que hay que hacer para que me ames], “Muy muy temprano”, “El aguijón” y “Paquito”.

Se vienen los hits del momento, reeditados y suena “Padre nuestro” [Quiero ver amanecer, pero del otro lado ver amanecer, pero alguien se queda aquí para saber si yo sigo vivo]. El señor Flavio se calza la máscara Blue Demon, Vicentico se saca el traje. A levantar las manos al ritmo de la cumbia villera. Sigue con “Saco Azul”, “Siguiendo la luna” “Los Condenaditos” y “Demasiada presión [Noche de calor en la ciudad, ella te dejó y todo sigue igual, mil veces y una más juraste que ibas a crecer, y solo una vez más, creciste hasta morir sin ver].





Tocan una bien rara, bueno ni tanto, “V centenario”. No hay nada que festejar dice el coro. En 1992 quizá. Estamos en el siglo XXI. El público no le caza la onda. Pasa “La luz del ritmo” título homónimo de su disco. Una de mis preferidas “Calaveras y diablitos” [No quiero morir, sin antes haber amado, pero tampoco quiero morir de amor] y “Gallo rojo”. Final anticipado. Primer bis. Vuelven con “Gitana”, “Carnaval toda la vida” y “Mal bicho”. Todo bien hasta acá. Hacen una pausa antes de entrar al final de la canción, cuando cantas “yo no voy a la guerra, a la violencia, a la injusticia ni a tu codicia…” y sucede lo contrario. El pueblo cruceño peca de demagogia, demencia estúpida y entona la cantaleta “evo evo cabrón….”. Concurso de retardados, quién la canta mejor. Me cago. Lucidez por favor. Imposible. Vicentico se emputa y dice: “YO NO ME REFERIA A ESO IBA PARA EL OTRO LADO, NADA QUE VER CON ESO”. Vergüenza ajena. Queda alegrarse porque falta poco para el final. “El satánico Dr. Cadillac”, “Basta de llamarme así” y ”Vasos vacíos”. Para la versión del disco cantaba Celia Cruz. Mimi Maura, cantante portorriqueña y esposa de Rotman, hace los honores. Se termina el show parece. Segundo bis. El último pienso. En coro general cantamos “Vos sabés” y “Matador”.

Parece el fin definitivo. Gabriel Feldman corretea con celular en mano, coordinando la salida, el bus, la seguridad. Nada. Una más y no podemos más, otra cantaleta sabida del público. Nuevos invitados. Suben a escenario Astor Cianciarulo, hijo de Flavio y se sienta en la batería de Ricciardi. El mocoso no debe tener más de 13 años. Vicentico se cuelga el bajo y Flavio la segunda guitarra. Imagen inédita. Vuelven a las raíces y entonan una de sus influencias: “Guns of Brixton [When they kick at your front door, how are you gonna come?, with your hands on your head, or on the trigger of your gun] del disco London Calling, The Clash. Sigue el punk. Una de Dead Kennedys, “Let’s Lynch the Landlord”. Anarquía pura. Rematan con “Yo no me sentaría en tu mesa” y definitivamente fuimos un puñado de mierda como reza un verso de la canción. La humedad, el mosh, los empujones, escupitajos, botellazos, etc. A la salida desconcentración. Se arma el tumulto. Otra vez los Cadillacs. Pasa la van que los transporta. Corremos e intentamos el saludo. Me acerco a la ventana y Rotman me cierra la cortina. Se acabó, no hay nada que festejar.

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