lunes, 24 de enero de 2011

¿MORIR DE PIE O VIVIR DE RODILLAS?



Una lectura de la realidad mexicana

David Mamani Cartagena





Emiliano Zapata figura como uno de los mártires de la revolución mexicana por la lucha interna de los desposeídos en esos tiempos. Para la historia es conocida la vez  que dijo “es mejor morir de pie que vivir de rodillas”. 

Pareciera que los mexicanos  han venido adaptando dicha frase a los tiempos modernos: de lo taxativo patriota a la opción de mercado, al límite que hoy prefieren morir de pie o vivir de rodillas.

Trascender en estos tiempos de liberalismo globalizador implica constituir una suerte de ícono “pop” (el macho) por la cercanía geográfica entre EEUU y México, que deriva en esta nueva dicotomía del tercer mundo: escribir un nuevo imaginario “pulp”, un consumo barato mediático de elevados niveles de violencia, corrupción del poder gobernante y hasta una dualidad en el arte por cómo la música, el cine y la literatura de ese país construyen una estética estereotipada de lo “mexicano” para el mundo y así también una fuerte posición crítica hacia esta realidad que ya superó cualquier ficción.




Llama la atención por ejemplo, que la historia de la independencia mexicana carezca de mujeres y solo haya sido escrita por hombres. La figura femenina sustenta ese marcado estado patriarcal y obliga a notar un síntoma clave como es la célebre Ciudad Juárez, famosa por sus altos índices de feminicidios, nada esclarecidos y de los cuales cada día, sacian el morbo de un sexismo atroz más allá de la frontera. La frontera como un norte prometido que obliga a miles de migrantes internos, mujeres en este caso, que sufren condiciones de explotación en las diversas industrias auspiciadas por el imperio (EEUU) y que por una fuerte crisis económica, han visto cerradas sus posibilidades de sobrevivir en su propio país y terminan siendo asesinadas por clanes del narcotráfico. 

El caso de los cárteles mexicanos no es la excepción y hablo como “espectador mediático” parafraseando a la escritora Giovanna Rivero, cuando indica en un lúcido ensayo: “ya sabemos cuán sinecdóquicos pueden ser los mensajes sobre la violencia en una sociedad en crisis”.

Mientras la proximidad de dos estados liberales situados al norte de América Latina promueven la práctica de un mutualismo vicioso; el arte en su conjunto ha acompañado este fenómeno. Del narcocorrido en la música a la compleja narrativa de Yuri Herrera, quien relegando la obviedad prefiere retratar “el cambio de poder entre las clases sociales en la llamada frontera”, el límite de la realidad.




Del otro lado de la frontera y para equilibrar como fuente de inspiración este imaginario “pulp”, aparece Robert Rodríguez. Hijo bastardo de Hollywood, sabe construir una nueva cultura popular para el público yanqui, la impone y la vende, ubicando a Danny Trejo en el papel de Machete como el nuevo Superman de los desposeídos ilegales y permite colegir en la fantasía o realidad, que ambos gobiernos trabajan por el control social de la población, contratando mercenarios para evitar manchar la demagogia diplomática. 

1 comentario:

haiku dijo...

coincido en que culturalmente tenemos acceso a realidades ajenas mediante los medios de comunicación sobre todo el cine y la televisión y que ante la necesidad de retratar toda una realidad en escaso tiempo,se cae en la simplificación de la misma y el uso de roles y personajes de fórmula: el bueno, el malo, el pobre, el rico, el macho, la mujer...
pero creo que es producto de la cultura de masas como fenómeno del siglo XX, tan arraigado que creo que ahora se debe tratar de mostrar realidades más honestas -en el caso de los que nos dedicamos al oficio- en un mundo contingente y cambiante, aunque considero que herramientas como internet nos permite acercarnos y tener versiones variadas.